Enrique del Rivero 14 de julio, 2020 · 3 minutos
No resulta exagerado asegurar que el claustro románico del monasterio de Santo Domingo de Silos es una de las cumbres del arte cristiano medieval europeo.
El claustro de Silos transmite a todos sus visitantes una mezcla de sensaciones provocadas por la armonía de las formas y el equilibrio entre el espíritu y la capacidad creadora del hombre. Tiene dos pisos, su planta semeja un cuadrilátero irregular y sus obras se llevaron a cabo entre finales del siglo XI y comienzos del XIII. A la sombra de su famoso ciprés —plantado hacia 1883 por los monjes franceses que se instalaron en el abandonado monasterio— es fácil hacerse una idea completa de la organización y estructura generales del claustro. Su planta es un cuadrilátero irregular cuyos lados no se cortan en línea recta. Las galerías meridional y septentrional son más largas, unos 33 metros y presentan 16 arcadas, mientras las que se abren hacia el este y oeste son un poco menores y sólo cuentan con 14 arcos cada una. Otro elemento, además de sus extraordinarias dimensiones en comparación con otros claustros románicos, que destaca y singulariza el claustro silense son dos pisos superpuestos, que a pesar de la diferencia cronológica de su terminación mantienen una perfecta unidad de estilo.
También es única la originalidad de la mayoría de los motivos que aparecen esculpidos en los capiteles y en los pilares angulares —ornados con ocho grandes relieves sobre la vida de Cristo y la Virgen— que separan las cuatro galerías. Las fuentes iconográficas en las que se inspiraron los diferentes artistas, sobre todo los conocidos como primer y segundo maestros, pueden rastrearse tanto en los elementos decorativos de las telas y marfiles que llegaban de Oriente, como en los manuscritos miniados mozárabes que se estaban copiando en el scriptorium del propio monasterio. Los 64 capiteles repartidos entre las crujías del piso inferior, en los que se ha rastreado la huella de cuatro escultores, mantienen entre ellos una forma y unas medidas semejantes. Todos son de una pieza, descansan sobre columnas dobles de fustes separados y sostienen arcos de perfecto medio punto. El repertorio iconográfico de los capiteles se recrea y alcanza una perfección nunca igualada en la serie de representaciones de distintos animales fantásticos.
Entre los ocho relieves que decoran los ángulos del claustro destacan los que representan a los discípulos de Emaús y la duda de Santo Tomás. Han sido atribuidos al llamado segundo maestro de Silos y están considerados como los más bellos, originales y mejor trabajados de toda la escultura románica.
Hay que salir de la ciudad de Burgos con dirección a Madrid y a la altura de Lerma dejar la autovía A-1 para desviarse por la señalizada carretera provincial que conduce hasta Santo Domingo de Silos. Lo mejor es utilizar alguno de los aparcamientos situados a la entrada de la localidad e internarse caminando en su caserío al encuentro de su renombrado monasterio.