Enrique del Rivero 12 de febrero, 2021 · 4 minutos
En el Valle de Manzanedo, al pie de los elevados cantiles calizos de la sierra de Albuera y en las afueras del pueblo de San Miguel de Cornezuelo se levanta una sencilla iglesia, fechada a mediados del siglo XII, en la que se pueden encontrar muchos de los elementos definitorios del románico rural de este montañoso territorio del sur de Las Merindades.
Alejada unos cientos de metros del caserío de San Miguel de Cornezuelo —en el que destaca el bien conservado conjunto de casas de estilo montañés con solana de madera—, y protegida por una densa vegetación de árboles y prados de siega aparece la inconfundible silueta de la iglesia de San Miguel Arcángel.
Señalada por su esbelta y más moderna espadaña, uno de los signos distintivos de las iglesias románicas de la zona, su planta muestra corta nave única, marcado presbiterio y ábside semicircular. El bien conservado templo está construido con excelente sillería caliza labrada a hacha y asentada a hueso.
Su acceso se abre en el hastial occidental, bajo la espadaña y protegida por un elevado pórtico cubierto que a los lados muestra una especie de baptisterio y la empinada escalera de acceso al cubo del campanario. La portada es amplia, de arco de medio punto y abocinada. Las arquivoltas de escaso resalte, rematadas por una triple hilera de billetes protegen un curioso tímpano de tres piezas. La inferior es una gran losa que sirve de dintel y que está decorada con un Árbol de la Vida cargado de frutos.
En las dos piezas superiores del tímpano se puede ver a un hombre atacado por un león y blandiendo una enorme espada y una cruz patada. Por la tosca labra de estos motivos parece que salieron de la mano de unos canteros locales. En los capiteles que rematan las columnas de la portada se distinguen leones enfrentados y águilas con las alas extendidas. Si algunos expertos afirman que su labra es heredera y muestra influencias de distintos talleres cántabros, otros autores siguen señalando la influencia de la cercana iglesia de San Pedro de Tejada y el taller del monasterio de Oña.
El interior de la iglesia muestra tres tramos bien definidos. El primero es la corta nave cubierta con techumbre de madera a dos aguas. A continuación, el tramo recto del presbiterio y la capilla absidial de planta semicircular que remata la cabecera. Mientras el primero se cubre con bóveda de medio cañón ceñida por dos arcos fajones; el ábside luce una bóveda de horno con restos de policromía.
Al igual que en otras iglesias del entorno, en especial en la del cercano Crespos, el cuerpo inferior de la cabecera está decorado por una arquería ciega, con arcos de medio punto repartidos entre el ábside, seis, y el presbiterio, dos a cado lado. Tanto en los capiteles de los arcos fajones como en los de la arquería inferior se descubren una serie de motivos iconográficos también habituales en la comarca: parejas de leones, aves y cuadrúpedos enfrentados. También se puede admirar una representación del castigo del pecado de la lujuria, con una mujer desnuda con sendas serpientes mordiendo sus pechos.
Merece mucho la pena acceder al claro del bosque sobre el que se alza la iglesia para disfrutar de su exterior. Además de su bien conservada fábrica, gracias a la pericia de los canteros locales que intervinieron en su construcción, llaman la atención los motivos decorativos repartidos entre la bella ventana abocinada del ábside y los canecillos que decoran las cornisas del templo.
Bajo la cornisa moldurada con baquetón se descubre una interesante colección de canes decorados con los más diversos motivos. Desde los más simples —nacela, perfil de proa, piñas y rollos—, hasta un completo muestrario de la fauna y el ganado presente en la zona hace casi 900 años: bóvidos, cabras, ciervos, cerdos, lobos, un zorro y un pájaro comparten protagonismo con unos exóticos y rugientes leones. Al igual que otras iglesias del entorno —en especial Crespos y San Pedro de Tejada— podemos descubrir dos exhibicionistas. Una acrobática mujer alzando las piernas para mostrar el sexo y los pechos y un hombre acuclillado con un enorme falo, en la actualidad fracturado. También se esculpieron un músico tocando la vihuela, un forzudo sosteniendo un tonel sobre los hombros y un monstruo devorando a un personaje por la cabeza.
Hay que salir de Burgos por la A-73, para tomar la desviación de la N-623 con dirección a Santander. Desde el cruce hacia Población de Arreba, la BU-5741 nos conducirá hasta San Miguel de Cornezuelo. Para visitar el interior de la iglesia se puede preguntar por Julita, la amable vecina que custodia la llave.