Enrique del Rivero 18 de agosto, 2020 · 4 minutos
Una de las quimeras más recurrentes de la humanidad es la posibilidad de viajar en el tiempo. Y, a veces, donde menos te lo esperas los sueños se convierten en realidad.
Es el caso de Paleolítico Vivo, en la burgalesa comarca de Juarros y a un paso de los Yacimientos de la Sierra de Atapuerca, un atractivo proyecto de conservación de la naturaleza y recuperación de algunas de las especies de animales que vivieron en Europa hace unos 10.000 años.
Parece imposible, pero a menos de 20 kilómetros de la Catedral de Burgos y arropados por los extensos robledales de Salgüero de Juarros, pastan en libertad, como en pleno Paleolítico Superior, varias manadas de bisontes europeos, caballos de Przewalski, uros y tarpanes.
Una de las mejores maneras de adentrarse en los paisajes en los que vivieron nuestros antepasados es realizar un safari en todoterreno por los robledales de Salgüero de Juarros. Acompañados de expertos guías y en unas dos horas y media de recorrido se visitan los distintos ecosistemas y las zonas de querencia de los impresionantes animales que los habitan.
También nos sumergiremos en las formas de vida de esas gentes de hace diez mil años para conocer e, incluso, practicar sus sofisticadas técnicas de caza. Los monitores nos mostrarán como hacían fuego, tallaban las armas y herramientas de piedra o elaboraban su sofisticado arte rupestre.
Existen otras dos formas de visitar Paleolítico Vivo. La primera es en una ruta a pie de unos tres cómodos kilómetros, acompañados por un guía. Es una buena elección para los que quieran sentir en todo su esplendor las sensaciones que transmite el entorno natural. Y para los que busquen una experiencia exclusiva está la visita VIP, en un 4x4 histórico de seis plazas, con un mayor acercamiento a los animales, un tentempié y un recuerdo muy especial.
Paleolítico Vivo es una iniciativa privada que tiene entre sus prioridades la reintroducción y conservación de algunas de las especies de grandes herbívoros que convivieron con los humanos durante la prehistoria. En primer lugar, están el bisonte europeo y el caballo de Przewalski, incluidos en sendos programas de conservación mundial por estar en peligro de extinción.
El bisonte europeo (Bison bonasus), es el mayor mamífero del continente y uno de los más amenazados. Los que podemos contemplar en la actualidad, incluidos los burgaleses, proceden de los que se exhibían en distintos zoológicos cuando en 1919 se extinguieron los últimos ejemplares que quedaban en libertad en el bosque polaco de Bialowieza. En la península Ibérica el último bisonte se cazó en el siglo XII en los frondosos bosques del norte de Navarra.
Los bisontes de Salgüero de Juarros se parecen mucho a los que cazaban en grandes cantidades los Homo heidelbergensis que vivieron en la Sierra de Atapuerca durante el Pleistoceno medio, hace la friolera de 400.000 años.
También su característica e impresionante figura recuerda a los bisontes esteparios (Bison prisus), que nuestros antepasados magdalenienses reprodujeron hace 14.500 años en la Cueva de Altamira.
En el mundo solo quedan poco más de 1000 ejemplares y algunos de los últimos caballos de Przewalski (Equus ferus przewalshii) viven en los bosques de Salgüero de Juarros. Conocido también como mongol o ‘takhi’ es la única subespecie de caballo salvaje que ha sobrevivido desde la prehistoria. Fue salvado de la extinción hace unos treinta años por un grupo de naturalistas y gracias al centenar de ejemplares recogidos en zoológicos y colecciones privadas.
Durante el Pleistoceno los caballos de Przewalski se extendieron por Asia, mientras que en Europa la especie dominante era la del caballo tarpán (Equus ferus ferus). Los tarpanes, considerados los antepasados directos de todos los caballos domésticos, se extinguieron en el siglo XIX. Los ejemplares que se pueden ver en la actualidad proceden de una recreación efectuada rastreando los genes más primitivos de diversos caballos domésticos. En el caso burgalés los de la raza ‘konik’.
Al igual que los bisontes, el tarpán fue una codiciada presa para las distintas especies humanas que han habitado la cercana Sierra de Atapuerca. Y sus restos óseos abundan en todos sus yacimientos.
La otra especie que de momento se puede contemplar en Salgüero de Juarros es la recreación genética del uro (Bos taurus primigenius), que se extinguió en el siglo XVII. En Paleolítico Vivo existe el proyecto de reintroducir otras dos especies de herbívoros prehistóricos: el buey almizclero (Obivos moschatus y el reno (Rangifer tarandus).
Toda la información sobre contactos, cómo llegar, tarifas, horarios, ropa y calzado adecuado se encuentra en: www.paleoliticovivo.org