Enrique del Rivero 25 de julio, 2020 · 6 minutos
En Burgos, el Camino de Santiago se hace castellano. O lo que es lo mismo se rodea de un sobrio paisaje que encarna la esencia fundamental del pueblo que forjó uno de los reinos más importantes de la península Ibérica. Son 114 kilómetros que atraviesan la provincia de este a oeste, siguiendo un equidistante pasillo entre la Cordillera Cantábrica, al norte, y el río Duero, al sur. A su paso se sucede un impresionante conjunto patrimonial y paisajístico que justifica su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Redecilla del Camino es la primera localidad burgalesa y de Castilla y León que encuentran los peregrinos en su camino a Compostela. Casi en la mitad de su alargado caserío se alza la iglesia de Nuestra Señora de la Calle en cuyo interior se guarda una pila bautismal románica que está considerada la más bella e interesante de toda la ruta jacobea. La originalidad de la pila bautismal de Redecilla del Camino, fechada entre los siglos XI y XII, radica en el tema decorativo que eligió su autor, ya que en pleno Camino de Santiago se aleja de las influencias artísticas que llegaban de la Europa románica y se inclina por los motivos relacionados con el arte mozárabe. La gran copa de la pila, su elemento principal, aparece cubierta por una serie de motivos escultóricos distribuidos en distintos cuerpos separados por estrechas cenefas de sogas retorcidas, cables zigzagueantes y botones redondos.
Muy cerca del Tirón, río que desciende desde la vertiente septentrional de la Sierra de la Demanda, se localiza Belorado. Con antecedentes celtibéricos y romanos, su apretado caserío se distribuye a la sombra de las ruinas de lo que fue una estratégica fortaleza medieval. Pero sin duda el hecho que más ha influido en la historia y en la configuración urbanística de esta villa ha sido el paso del Camino de Santiago, que entra en la villa por el hospital de los Caballeros, convertido hoy en día en la ermita de Nuestra Señora de Belén. La Ruta Jacobea discurre por uno de los ejes fundamentales de su trama urbana: la alargada Calle Mayor que coincice también con el Paseo del Ánimo, una de las tantas y originales iniciativas turísticas y culturales con las que cuenta la localidad. El centro neurálgico de Belorado hay que buscarlo en una porticada Plaza Mayor que destila el más puro sabor castellano.
La actual localidad de Villafranca Montes de Oca, situada a los pies de los boscosos montes del mismo nombre, es heredera de la Auca autrigona y romana y también fue importante sede episcopal —antecesora del actual arzobispado de Burgos— durante la época visigoda. Su alargado trazado urbano es testigo directo del paso del Camino de Santiago al convertirse en estratégica parada intermedia entre Santo Domingo de la Calzada y Burgos. Presidida por la inconfundible silueta de la iglesia de Santiago, luce un bien conservado conjunto de arquitectura popular. Su prestigioso hospital, convertido en albergue y establecimiento hostelero, servía y sirve de descanso a los peregrinos antes de enfrentarse a la dura travesía de los Montes de Oca. A un paso queda la ermita de la Virgen de Oca, la entrada al espectacular desfiladero de Alba, unos extensos bosques de roble y haya y la milagrosa fuente de San Indalecio.
El monasterio de San Juan de Ortega es uno de los hitos que mejor han conservado el espíritu jacobeo de todo el Camino de Santiago peninsular. Fue erigido por el santo del mismo nombre, a principios del siglo XII, para atender a los peregrinos que cruzaban los peligrosos Montes de Oca. Hasta nuestros días ha llegado un rico patrimonio entre el que destacan dos singulares elementos románicos: la cabecera triabsidal de la iglesia y el sepulcro del santo. Juan de Ortega, que dominaba las técnicas de la arquitectura y la ingeniería —es el patrón de los arquitectos técnicos españoles—, no solo se preocupó de este monasterio, sino que trazó caminos, tendió puentes y desecó pantanos en buena parte del recorrido jacobeo entre La Rioja y Burgos. El lugar también famoso por el llamado milagro de la luz, un fenómeno poco común en el que un rayo de sol poniente ilumina un capitel de la iglesia durante los dos equinoccios del año.
Burgos es una de las piezas fundamentales para comprender el trazado peninsular del Camino de Santiago. El paso de esta vía de peregrinación jacobea marcó la historia y el desarrollo urbano de la ciudad durante varios cientos de años. Todas sus instituciones religiosas giraban en torno a los peregrinos. Además, sus 35 hospitales convirtieron a la ciudad del Arlanzón en la más hospitalaria de Europa. Fue tanta la influencia del Camino de Santiago en la configuración urbana de Burgos que en el plano actual se ha conservado con toda exactitud el trazado histórico de la ruta de peregrinos. En Burgos se puede realizar uno de los tramos urbanos más interesantes de todo el trazado jacobeo y sus hitos fundamentales son los siguientes: monasterio de San Juan, iglesias de San Lesmes, San Gil y San Nicolás, Catedral, arco de San Martín, puente de Malatos, El Parral, Hospital del Rey y la ermita de San Amaro.
Las ruinas góticas de San Antón pertenecen a un antiguo convento levantado en el siglo XIV por la hermética orden francesa de los Antonianos. La fama del convento burgalés y la de sus monjes se extendió por toda Europa de la mano de los peregrinos enfermos que eran curados del temible “fuego de San Antón”, una especie de lepra muy extendida en el norte del continente, producida por el consumo prolongado de pan de centeno contaminado con el hongo del cornezuelo. El único remedio conocido consistía en peregrinar a Compostela y dejar de consumir el contaminado pan de centeno. Todavía en nuestros días un amplio y elegante pórtico protege y envuelve físicamente el paso del Camino. También, en su interior sigue en funcionamiento uno de los albergues para peregrinos con más sabor y autenticidad de toda la ruta jacobea.
A la sombra de su castillo se extiende el alargado perfil de Castrojeriz, primordial enclave jacobeo que llegó a contar con siete hospitales para atención de los peregrinos. El paso del Camino de Santiago ha condicionado la historia, el trazado urbano, con sus casi dos kilómetros está considerado como uno de los más largos de toda la Ruta, y el rico patrimonio artístico y cultural que conserva esta milenaria villa de origen celtibérico y romano. Sus joyas son la excolegiata de la Virgen del Manzano, en la que combinan a la perfección la fábrica original protogótica con las sucesivas reformas de los siglos XV y XVIII. Siguiendo por la larga calle Real y casi en su final, aparece la iglesia de San Juan, presidida por una rotunda torre de arranque románico y que cuenta con un elegante claustro del siglo XIV. Su interior guarda seis tapices flamencos inspirados en dibujos de Rubens.
Sobre las aguas del caudaloso río Pisuerga y justo en el límite de las provincias de Burgos y Palencia se localiza Puente Fitero. Construido a finales del siglo XI, bajo el mandato del rey Alfonso VI, está considerado como uno de los puentes más largos y elegantes de todo el Camino de Santiago. Junto al puente, todavía en tierras burgalesas, se alza el pequeño y restaurado hospital de San Nicolás. Citado por Aymeric Picaud en su famoso Codex Calixtinus, escrito en pleno siglo XII, el puente presenta un largo perfil alomado con nueve arcadas, algunas apuntadas y otras de medio punto. Al cruzar el ancho cauce del río Pisuerga los peregrinos se despiden definitivamente de las tierras burgalesas. Han sido cerca de 114 kilómetros desde los lejanos límites con La Rioja. A partir de Puente Fitero a los peregrinos les faltan todavía unos 428 kilómetros para alcanzar la deseada meta de la ciudad del Apóstol.