Enrique del Rivero 10 de octubre, 2020 · 4 minutos
No hay que irse muy lejos de Burgos, unos 20 kilómetros, para disfrutar de una desconocida joya del románico. En la portada de la iglesia del pequeño pueblo de Miñón descubriremos una grata sorpresa escultórica repleta de curiosidades iconográficas
Miñón está situado muy cerca del curso del río Úrbel y cerca de la ciudad de Burgos. En las arquivoltas de la portada románica de su iglesia, levantada sobre un cerro que domina el caserío, se concentra un interesante y curioso repertorio iconográfico, con distintas interpretaciones, fechado en la transición de los siglos XII y XIII.
Perteneciente al Valle de Santibáñez (en castellano actual valle de San Juan) y como el resto de los pueblos que componen el municipio, Miñón formó parte del antiguo y medieval alfoz de Mansilla. Su primera cita documental se remonta al año 1014, cuando en una escritura de donación al monasterio de San Salvador de Oña se menciona un molino sobre el río Úrbel del que se beneficiaban los vecinos del pueblo.
La localidad alcanzó su mayor grado de prosperidad durante el transcurso del siglo XII. Precisamente a finales de esa centuria pertenece la iglesia que se construyó en lo alto del cerro que preside la población. Los diezmos del campesinado y de una incipiente actividad comercial, permitieron contratar a un maestro románico de cierto prestigio, que nos ha dejado la muestra de su arte en la bella portada de la iglesia de San Pedro. El templo tiene una sola nave rematada por un ábside semicircular y está levantada con buena piedra de sillería. A finales del siglo XV, se reformaron las bóvedas y se añadieron nuevos elementos.
La que por suerte se ha conservado bastante bien ha sido su portada románica, aunque algunos expertos apuntan a que incluso pudo pertenecer a otro edificio y ser recolocada con posterioridad. La prueba de esto último son las dovelas recortadas para poder ser encajadas de nuevo. Otra posibilidad, no descartable, es que la portada se esculpiera en un alejado taller y al ser transportada y montada en la iglesia de Miñón no coincidiesen las proporciones.
Sus cuatro arquivoltas apuntadas nos hablan de una fecha de construcción que estaría entre finales del siglo XII y comienzos del XIII. El conjunto está protegido por un tejaroz sostenido por canecillos. En la arquivolta que cumple la función de arco de ingreso aparecen esculpidos doce misteriosos medallones que se pueden identificar con los signos del zodiaco —los que mejor se reconocen son los signos de leo, virgo y sagitario—, pero también con los bestiarios fantásticos tan habituales en el románico. En las también burgalesas portadas de Soto de Bureba y Almendres se puede contemplar algo muy parecido.
En la tercera arquivolta se descubren dieciocho altorrelieves que representan a una serie de personajes que comparten una singular característica: grandes cabezas en forma de gota. Aunque a primera vista la talla parece tosca, una mirada más atenta permite descubrir unos marcados rasgos que otorgan una expresiva personalidad a cada una de las figuras. Por su personal estilo y técnica, parece ser que salieron de las manos de un artista del que no se conocen más obras.
Aunque en principio la escena es difícil de interpretar, si nos fijamos en las tres figuras situadas en el centro de la arquivolta podemos empezar a comprender su significado. El personaje central puede ser un eclesiástico mitrado y con báculo, quizá el abad de un monasterio o el propio obispo de Burgos, con un monje a su derecha, sosteniendo un libro abierto, y un caballero armado con una gran espada encarnando al poder civil. Igual estamos ante la representación escultórica del día de la consagración del templo.
El resto de los personajes serían los músicos —con variados instrumentos de cuerda, viento y percusión—, bailarines, acróbatas y enmascarados que amenizaron la fiesta.
Desde Burgos hay que enfilar —en hoy en día existen muchas opciones— al encuentro de Quintanadueñas. Tras pasar por esta localidad es preciso seguir con dirección a Huérmeces. Arroyal y Mansilla de Burgos son los otros dos pueblos que se atraviesan antes de llegar hasta Miñón. Esta pequeña localidad del Valle de Santibáñez solo dista 22 kilómetros de la capital.