Enrique del Rivero 22 de junio, 2021 · 4 minutos
El río Molinar es un modesto curso de agua que se ha abierto paso entre las moles rocosas del apretado relieve de los Montes Obarenes. En su camino hacia el Ebro ha tallado una estrecha y alargada garganta de paredes verticales en la que se dan cita una alta gama de valores paisajísticos, medioambientales y culturales.
Si la naturaleza ha creado un paisaje irrepetible, la mano del hombre también ha dejado su huella en la zona. El conjunto formado por las ermitas de Santa María de la Hoz y del Santo Cristo de los Remedios, las verticales paredes rocosas del desfiladero de Tobera y el elegante puente medieval que salva las cristalinas aguas del río Molinar componen una de las estampas más bellas con las que cuenta este norteño territorio a caballo entre las burgalesas comarcas de La Bureba y Las Merindades.
El desfiladero del río Molinar ha sido desde siempre una importante vía de comunicación. Así lo atestiguan las desgastadas piedras, todavía se conservan algunos tramos, de la calzada —posiblemente romana en su origen— que comunicaba la actual Briviesca con los puertos del Cantábrico a través del Portillo de Busto, Frías, Herrán y Orduña.
Quizá por ello justo a la salida —o a la entrada según el sentido de la marcha— de la estrecha garganta y junto al puente que permitía salvar las aguas del río, se edificaron una serie de santuarios para confortar a los numerosos caminantes que transitaban por ellos. Es muy posible que los primeros recintos sagrados fuesen de origen prerromano y dieran paso a los dedicados a los dioses lares que protegían a los viajeros romanos.
Como casi siempre estos lugares fueron cristianizados y, puesto que el camino siguió siendo muy utilizado a lo largo de los siglos, lo que podemos contemplar en la actualidad son dos ermitas ampliadas y reconstruidas en muchas ocasiones: la de Santa María de la Hoz y la del Santo Cristo de los Remedios.
La propia advocación nos aclara el origen y la función de este santuario situado bajo la protección de la espectacular pared que perfila la hoz del río Molinar. Pegada literalmente a la roca puede datarse a mediados del siglo XIII, pero es muy posible que fuera edificada sobre un antiguo templo de factura románica. De ello dan fe algunos canecillos de este estilo que fueron incorporados en las sucesivas ampliaciones. A la ermita se accede por una tendida rampa que termina en un macizo pórtico herreriano que protege una abocinada portada de arcos apuntados. Su interior está cubierto por sencillas bóvedas encaladas y son abundantes las coloridas pinturas murales.
Edificada también sobre otro santuario más antiguo la fabrica actual está datada en pleno siglo XVII. Y aunque tiene el típico aspecto de los humilladeros camineros, la sencilla ermita encierra en su interior las pruebas de una famosa leyenda protagonizada por un viajero y una temible serpiente. La versión más extendida nos habla del correo de una reina que al atravesar estos lugares se vio sorprendido por un gigantesco reptil. El fiel mensajero salvó la vida y la curiosidad de su alteza encomendándose al milagroso Santo Cristo de los Remedios de Tobera. En recuerdo de este afamado suceso en el interior del oratorio se conserva, a los pies del Cristo, la talla de una enorme serpiente que sigue advirtiendo de los peligros del camino.
A la salida de la garganta se localiza el caserío de Tobera. Este pueblo, dependiente en nuestros días de la ciudad de Frías, fue muy famoso por los molinos, pisones y batanes, movidos por la fuerza hidráulica generada por el río Molinar —de ahí su topónimo—, en los que aprovechando la fuerza motriz del río se manufacturaban, ya desde el siglo XIII, lanas, linos y papeles. Estos, los primeros que se fabricaron en Castilla, fueron muy demandados por las más influyentes instituciones del reino. Casi todo el papel empleado por los canónigos de la Catedral de Burgos procedía de Tobera.
Para llegar hasta Tobera y el desfiladero del río Molinar hay que salir de Burgos por la A-1. En Briviesca hay que desviarse por la N-I hasta enlazar con la N-232 con dirección a Santander. Enseguida se localiza la desviación que, por la derecha y siguiendo la BU-504, alcanza, tras superar el Portillo de Busto, nuestro destino.