Enrique del Rivero 17 de enero, 2021 · 4 minutos
El convento de San Antón, a un paso de la villa de Castrojeriz, es uno de los iconos del Camino de Santiago en la provincia de Burgos. Ya que además de unas evocadoras ruinas, el enclave está preñado de historias y leyendas protagonizadas por los religiosos que lo habitaron durante siglos.
Las ruinas góticas de San Antón pertenecen a un antiguo convento levantado en el siglo XIV por la hermética orden francesa de los Antonianos. La fama del convento burgalés y la de sus monjes se extendió por toda Europa de la mano de los peregrinos enfermos que eran curados del temible “fuego de San Antón”. Todavía en nuestros días un amplio y elegante pórtico protege y envuelve físicamente el paso del Camino. Todos los peregrinos que llegan hasta el convento de San Antón se siguen sintiendo impresionados por sus evocadoras y jacobeas ruinas. Junto al lugar donde en 1146 el rey Alfonso VII les concedió la fundación de un hospital, los miembros de la misteriosa orden de los Antonianos —fundada en 1093 por los nobles franceses Gastón y Guérin de Valloire— edificaron, en el siglo XIV, una gran iglesia gótica con un amplio pórtico que incluso envolvía físicamente el paso del Camino.
La iglesia conventual presentaba planta de cruz latina de una sola nave con dos tramos rematados en un gran ábside poligonal y crucero con dos capillas también poligonales. Posteriormente se añadió una segunda nave lateral en el flanco meridional. Tras la supresión de los Antonianos en España por petición expresa al Papa del rey del Carlos III, y el abandono del convento en 1791, se acabaron hundiendo todas las bóvedas de crucería. En varios de los sillares del templo se pueden ver las marcas de cantero con la letra Tau.
Lo que sí ha llegado hasta nuestros días son los muros del ábside central con dos pisos de ventanales apuntados entre potentes contrafuertes exteriores y que muestran influencias del monasterio de Las Huelgas de Burgos y de la casa francesa de la Orden Antoniana en Isère. Bajo el pórtico que literalmente envuelve el paso del Camino de Santiago, se abre una monumental portada con seis arquivoltas, escudos reales, decenas de figurillas muy desgastadas y acceso partido por mainel con hornacina central.
Los monjes Antonianos llevaban sobre su hábito el emblema —una gran T en azul— de la Tau. Además de curar a los enfermos del “fuego de San Antón”, imponiéndoles un escapulario con la Tau y ofreciéndoles los también curativos panes y vino de San Antón, atendían con esmerada hospitalidad a todos los peregrinos, incluso a los que pasaban de noche. Para estos últimos tenían dispuestas, bajo la protección del pórtico de la iglesia, unas alacenas de piedra en las que siempre se encontraban las necesarias provisiones para proseguir el Camino. El convento burgalés era la sede de la Encomienda General de los Antonianos en los reinos de Castilla y Portugal, con más de veinte casas, monasterios y hospitales dependientes.
El “fuego de San Antón” o “fuego sagrado” era una especie de lepra, consumía las extremidades de los afectados, muy extendida durante la Edad Media en el norte de Europa. El único remedio conocido para curar este temible mal consistía en acudir en peregrinación a Santiago de Compostela. A la vuelta de Compostela los peregrinos se encontraban completamente sanos y mostraban su inmensa gratitud por la milagrosa curación. En realidad, el “fuego de San Antón” era un tipo de ergotismo gangrenoso producido por el consumo prolongado de pan de centeno, propio de los países del norte de Europa, contaminado con el hongo del cornezuelo. Los enfermos mejoraban al cambiar durante muchos meses —el tiempo que duraba la peregrinación— la mencionada vianda por el no contaminado pan candeal de trigo.
En la actualidad en el convento de San Antón sigue en funcionamiento —gestionado por el entusiasta jacobeo Ovidio Campo— uno de los albergues para peregrinos con más sabor y autenticidad de toda la ruta jacobea. Desde San Antón a los peregrinos les quedan 450 kilómetros para alcanzar la ansiada meta de Santiago de Compostela.
Para llegar por carretera lo mejor es enlazar desde Burgos con la Autovía del Camino de Santiago, A-231, y en la salida de Olmillos de Sasamón tomar la dirección a Iglesias. Tras pasar por Villandiego hay que desviarse hacia Castrojeriz y, por Castellanos de Castro y Hontanas, alcanzar las ruinas del convento San Antón.