Enrique del Rivero 8 de junio, 2021 · 4 minutos
A una docena de kilómetros de la ciudad de Burgos se encuentra este monasterio de orígenes legendarios que fue restaurado en la época altomedieval, en concreto en el año 899. Al poco tiempo y favorecido por los primeros condes castellanos se convirtió en un influyente centro religioso y de poder señorial muy vinculado a la figura del Cid Campeador. Aunque la mayor parte de la abadía fue reformada a partir de mediados del siglo XV, todavía conserva algunos e importantes restos románicos. Entre todos destaca la galería meridional del claustro de los Mártires, construido a mediados del siglo XII y de evidente filiación cluniacense.
Desde su fundación en el año 899 hasta el decreto desamortizador de 1835, el monasterio de San Pedro de Cardeña se rigió por la regla de San Benito. Durante los casi mil años que los benedictinos vivieron en el lugar, dieron forma a una de las más influyentes instituciones monásticas de Castilla. Beneficiada desde siempre por las donaciones de los poderosos, sus abades pudieron emprender con bastante deshago económico las sucesivas reformas de la fabrica del cenobio.
Así, del primer monasterio altomedieval, que parece que contó con una notable iglesia prerrománica construida entre finales del siglo X y principios de la siguiente centuria, se pasó a uno plenamente románico que a su vez fue reemplazado a partir de mediados del siglo XV por construcciones góticas, renacentistas, barrocas y neoclásicas.
Estas transformaciones relegaron las obras arquitectónicas medievales a los elementos conservados en el claustro de los Mártires y en la torre de la iglesia. De diferentes estudios se deduce que los cuatro cuerpos inferiores de la torre de planta cuadrada son contemporáneos a la iglesia prerrománica y que el quinto nivel fue añadido durante la segunda mitad del siglo XII. Los seis niveles de la torre, que parece que en origen fue exenta, cuentan con seis cuerpos de ventanas que de abajo arriba denotan la evolución estilística desde el prerrománico hasta el románico pleno. El último cuerpo, que eleva la altura del torreón a los 27 metros, se levantó a la vez que la iglesia gótica.
Del claustro de los Mártires sólo es original su panda meridional. Levantada, como todo el conjunto procesional, sobre un alto pódium, consta de 14 arcadas de medio punto sostenidas por macizas y únicas columnas decoradas con capiteles corintinizantes. Su denominación recuerda el martirio sufrido por doscientos monjes en ese mismo lugar en el año 934 a manos de las tropas cordobesas capitaneadas por el propio califa Abd al-Rahman III.
La leyenda de este acontecimiento se fue incrementado a lo largo de los siglos llegando, incluso, a constatarse un llamativo milagro: cada 6 de agosto, día en el que se conmemora la matanza, un reguero de sangre cubría todo el suelo. A principios del siglo XVII y por iniciativa del propio monarca Felipe III, la crujía románica se transformó en una venerada capilla en recuerdo de los mártires. Y cosas del destino, gracias a ello se salvó de las reformas que transformaron el resto del claustro.
Desde siempre ha llamado la atención en los arcos de medio punto del claustro de Cardeña, la alternancia de dovelas de color blanco y rojizo. Lo habitual fue atribuirles una raigambre islámica, semejante a la de los arcos de la mezquita de Córdoba, pero las últimas investigaciones se inclinan por una clara filiación borgoñona. Esta interpretación del románico fue importada por los monjes franceses que llegaron al monasterio burgalés tras su donación a la casa matriz de Cluny.
A pesar de que la breve cesión, ordenada en 1142 por el rey Alfonso VII, finalizaría apenas tres años después, a los monjes negros procedentes del corazón de Borgoña, les dio tiempo a dejar su firma para siempre en Cardeña. Su huella es fácil de rastrear en un claustro en el que destaca la llamativa bicromía en las dovelas de los arcos. También es perceptible el aire galo en las columnas de un solo fuste rematadas por capiteles no figurativos y en los típicos medallones y rosetas cluniacense que decoran sus enjutas.
Es muy posible que estos ‘moines noirs’ franceses fuesen los que, además de levantar este original claustro, excavasen, justo debajo, la famosa bodega románica de Cardeña. Considerada como una de las más antiguas del mundo todavía con uso comercial, conserva algún tramo fechado a mediados del siglo XII. Los actuales monjes cistercienses envejecen un prestigioso vino riojano en su cava y son los suministradores del vino de consagrar que se utiliza en la Catedral de Burgos.
Para acercase hasta el monasterio de San Pedro de Cardeña, que pertenece al término municipal Castrillo del Val, hay que salir de Burgos por la carretera BU-800 que, a través de Fuentes Blancas, se dirige hacia Cardeñajimeno. Al poco de pasar esta localidad se descubre la desviación que conduce hasta el histórico enclave.
Más información sobre horarios, visitas guiadas aquí: www.monasteriosanpedrodecardena.com. También sobre los apreciados vinos y cervezas trapenses que comercializa la actual comunidad cisterciense que vive en el monasterio de San Pedro de Cardeña.