Enrique del Rivero 18 de enero, 2021 · 5 minutos
En el punto exacto donde el eje de la catedral cruza la girola y sobre el lugar ocupado por la antigua capilla de San Pedro, se alza la capilla de la Purificación o del Condestable. El poderoso Condestable de Castilla, Pedro Fernández de Velasco y su cultivada esposa, Mencía de Mendoza, una de las parejas más influyentes de la España de los Reyes Católicos, encargaron a Simón de Colonia —también uno de los artistas más prestigiosos del momento— la construcción de un monumental panteón funerario.
Levantada entre los años 1482 y 1494, la capilla del Condestable puede considerarse como una catedral dentro de la Catedral. De grandes proporciones y con un impactante estilo, en el que se fusionan con armonía elementos tardogóticos con las recién llegadas innovaciones renacentistas, presenta una original y diáfana planta central con desarrollo poligonal, que se convertiría en modelo de otras muchas capillas funerarias en Burgos y en el resto de España.
Edificada entre 1482 y 1494, representa la meta constructiva en el conjunto del templo mayor de Burgos. De grandes dimensiones está levantada en un estilo que comparte los últimos elementos del gótico con los primeros del renacimiento. De planta poligonal y cubierta por una atrevida bóveda con una estrella calada en su centro, en su interior guarda un valioso conjunto de obras de arte.
En los motivos que adornan los lienzos tanto interiores como exteriores de la también llamada capilla de la Purificación, abundan los escudos pertenecientes a las poderosas familias de sus fundadores: los Fernández de Velasco y los Mendoza y Figueroa. Así mismo hay que destacar los relieves escultóricos que decoran el frontal exterior de la sacristía, obra acabada en 1517 por Francisco de Colonia.
En la silueta exterior de la capilla del Condestable llaman la atención los pináculos erigidos como remate de la capilla funeraria por el propio Simón de Colonia a finales del siglo XV. La conjunción de estos airosos chapiteles con los grandes y alargados ventanales dan la impresión de vencer la fuerza de la gravedad y lanzar hacia arriba todo el poderoso volumen de la edificación.
Un suntuoso arco de entrada, protegido por una notable reja —sin duda la más bella de toda la Catedral— forjada por Cristóbal de Andino en 1523, permite acceder al interior de una capilla repleta de tesoros artísticos. La Catedral atesora uno de los más señalados conjuntos del arte del hierro español. Además de las que perfilan la nave central y el coro no hay una sola capilla del templo burgalés que no cuente con su reja: esa cortina transparente que protege y a la vez deja ver a su través.
La capilla de los Condestables —una denominación quizá más justa ya que fue Mencía de Mendoza, la esposa del Condestable de Castilla, la impulsora del proyecto— es uno de los espacios funerarios más lujosos de finales del siglo XV en todo el continente europeo. En esta magnífica vista cenital se puede comprobar la original planta central de la capilla que fue tomada como referente en otros muchos templos españoles.
En el centro de la capilla y justo debajo de la calada bóveda estrellada se localiza el sepulcro compartido por los Condestables de Castilla. La mayoría de los expertos se inclinan por pensar que el escultor que labró tan maravillosa obra fue Felipe de Bigarny. Un excelente mármol de Carrara permitió al artista demostrar una pericia técnica casi insuperable. En las figuras yacentes se da una síntesis perfecta entre el sereno realismo de sus rostros y el minucioso acabado de vestimentas y adornos.
La bóveda que remata la linterna de la capilla del Condestable, obra como el resto de la fábrica de Simón de Colonia, es otro de los tesoros artísticos que guarda la Catedral. De compleja nervadura, una atrevida estrella central de plementería calada permite la entrada de la luz cenital. Una clave dorada y con escenas de la Purificación remata el elevado conjunto.
En la cabecera de la capilla destaca un gran retablo mayor en el que trabajaron, mano a mano, en uno de los duelos más señalados del arte español, dos de los artistas más reputados del primer renacimiento español: Felipe de Bigarny y Diego de Siloe. Iniciado en 1523, en sustitución de otro anterior, el pintor León Picardo lo doró y policromó tres años después. De original composición, su fábrica responde al tipo de retablo de escenario, en el que el motivo central, en este caso la Purificación, es mostrado de una forma casi teatral.
En la capilla del Condestable se puede admirar una notable pintura sobre tabla que siempre ha estado rodeada de polémica y que durante siglos se pensó que había sido pintada por el gran Leonardo da Vinci. Y razones no faltaban ya que el evocador retrato luce esa aura misteriosa que le otorga la técnica utilizada por el genio florentino: el sfumato. Pero cada vez parece más claro que el cuadro salió de las manos de Giovanni Pietro Rizzoli, conocido como Ricci o Giampietrino, que fue un aventajado alumno de Da Vinci.
Podemos resumir asegurando que la Capilla del Condestable es el más original y suntuoso ámbito de la Catedral de Burgos. E incluso, sin exagerar, que se trata de uno de los más señalados de todo el arte europeo en la transición entre los estilos gótico y renacentista. Todo lo anterior nos permite entrever la importancia económica, política, social y artística que en esos años de finales del siglo XV tenía la ciudad de Burgos.