Enrique del Rivero 17 de diciembre, 2021 · 3 minutos
A unos tres kilómetros de Villadiego, capital de la comarca, el pueblo de Arenillas de Villadiego puede presumir de conservar un armonioso templo en el que destacan su cabecera y portada. Edificada con una vistosa piedra caliza de tonos dorados, los elementos románicos de la iglesia de San Martín Obispo pueden fecharse a finales del siglo XII o comienzos de la siguiente centuria.
La cabecera de la iglesia conserva toda la pureza y elegancia concebida por los maestros canteros y escultores que intervinieron en su construcción. El clásico ábside semicircular que remata el conjunto se divide en tres paños separados por columnas entregas, que recorren los muros desde el suelo hasta el alero. Los capiteles de estas columnas se integran con armonía entre los once canecillos que decoran el hemiciclo.
El resto de la cabecera está ocupado por el tramo recto del presbiterio. Cubierto en su interior por bóveda de horno, un marcado arco fajón de perfil ligeramente apuntado lo separa del ábside, cubierto con la habitual y muy románica bóveda de horno. En su exterior se abren dos ventanas con arcos de medio punto sostenidos por columnas con capiteles decorados. Llaman la atención las arquivoltas exteriores adornadas con resaltadas puntas de diamante y sogueados, del muro septentrional, y puntas de clavo y dientes de sierra, la del lado de la epístola.
Desde el punto de vista escultórico el elemento más destacado de la iglesia de Arenillas de Villadiego es la ventana que se abre en el paño central del ábside. Con arco de medio punto moldurado con medias cañas y una arquivolta exterior —más bien una protectora chambrana— decorada con resueltos motivos florales, luce un tímpano con un triple abanico de nervadas y puntiagudas hojas.
Los capiteles de las dos columnas del cegado vano están decorados con sendas representaciones. Mientras el de la izquierda muestra dos enfrentadas parejas de grifos —animal fantástico con cabeza de águila y cuerpo de león—; en el de la derecha, están esculpidas tres sirenas que sostienen entre sus manos sus dobles colas escamadas. En el arte románico las sirenas, cuerpo femenino y cola de pez, son la representación inequívoca de los peligrosos pecados carnales.
La moldura del sencillo alero que recorre todo el perímetro de la cabecera del templo —ábside semicircular y presbiterio recto— está sostenido por una serie de canecillos con bolas, cilindros, motivos piramidales, cabezas humanas y, sobre todo y con mayor solvencia escultórica, una serie de contorsionistas acróbatas.
La portada se abre en el muro meridional del templo y aparece protegida por un pórtico más moderno formado por un muro a media altura y dos esbeltas columnas. El vano, que presenta un arco ligeramente apuntado, consta de cinco arquivoltas abocinadas soportadas por jambas en escala. La decoración es sencilla y solo luce elementos geométricos: grandes dientes de sierra, puntas de diamantes y semicírculos.